El muro translúcido fue el primer espacio propio o ámbito donde se desarrollaron las artes del dibujo y del color en el Gótico. Durante la Baja Edad Media el arte de los vitrales de las catedrales e iglesias se desarrolló, en Europa, paralelamente con la arquitectura Gótica, la cual se caracterizaba por la altura de sus naves y la audacia de sus estructuras con bóvedas de crucería que se apoyaban en esbeltos soportes y arbotantes para transmitir al suelo el peso y el empuje de las bóvedas, liberando de las funciones resistentes a los muros de los edificios que progresivamente fueron sustituidos por ventanales y tracerías o encajes de piedra con vitrales de color.
En una primera etapa los colores son vivos y saturados, el plomo delimita las formas, las cuales son delineadas con precisión para poder ser vistas a través de la irradiación luminosa de la vidriera, ello conduce a la tendencia de descomponer la vidriera en medallones, nichos u otro tipo de compartimentos. Las vidrieras revelan, más que ningún otro arte, el componente irrealista y artificial del arte gótico.
A mediados del siglo XIII se produce una modificación profunda de la gama de colores ya que los fondos incoloros se asocian a los tonos quebrados de las escenas y figuras. Con una gama potente pero restringida, las menudas figuras humanas se hacen más agitadas y libres. En la Iglesia de San Urbano de Troyes (hacia 1270) o en las vidrieras de medio punto de la catedral de Beauvais, es donde se dan los mejores ejemplos de estas innovaciones.
A mediados del siglo XIII se produce una modificación profunda de la gama de colores ya que los fondos incoloros se asocian a los tonos quebrados de las escenas y figuras. Con una gama potente pero restringida, las menudas figuras humanas se hacen más agitadas y libres. En la Iglesia de San Urbano de Troyes (hacia 1270) o en las vidrieras de medio punto de la catedral de Beauvais, es donde se dan los mejores ejemplos de estas innovaciones.
En el Siglo XVI, tras el descubrimiento del amarillo de plata los vitrales ganan en ligereza, llenándose de un preciosismo dorado que antes nunca tuvieron. En Normandía, en el coro de Saint-Ouen de Ruan y en la Catedral de Evreux se hallan las vidrieras más bellas. El arte de las vidrieras culmina en un estilo exquisito de una calidad igual o superior a las obras maestras de la miniatura. En la cuenca del Loira, en champaña o en Alsacia se completa el panorama de las vidrieras en Francia, culminando en las naves Laterales de la Catedral de Estrasburgo.
En Inglatera destaca la gran ventana occidental de la catedral de York. En España, las vidrieras más destacadas son las de la catedral de Leòn
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