Se trata de pintura sobre paredes de piedra, que se desarrolla con dos técnicas: al fresco y al temple. La segunda se corresponde con una pintura al fresco donde se han añadido algunos componentes o pigmentos como el huevo, para mejorar los colores. En ambos casos, se pinta sobre una capa de yeso fresco, de ahí su nombre, con un dibujo previo. Entraña una gran dificultad técnica.
La pintura mural o frescos siguieron usándose como el principal medio para la narración pictórica en las paredes de las iglesias en el Sur de Europa, especialmente en Italia, como una continuación de las tradiciones cristiana y románica anteriores. Fuera de Italia no se cultivaron mucho. Italia, apegada a la forma basilical de las iglesias, conservó mayor extensión en los muros para las pinturas y mosaicos que narrasen historias religiosas.
En la Toscana, las escuela sienesa y florentina, con el Giotto como el más grande de los pintores del Trecento, continuaron la tradición de la gran pintura mural, ya que la arquitectura gótica no llegó a echar raíces en Italia como en Francia. Esta pintura toscana del Trecento, siendo plenamente gótica, anticipa ya el Renacimiento. Los nombres más destacados fueron Cimabue y Giotto.
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